Brasil es un inagotable fuente de experiencias que proporciona el privilegiado entorno de la vibrante Río de Janeiro, el recóndito Amazonas, las soberbias cataratas de Iguazú, el esplendor colonial de Salvador de Bahía y sus magníficas playas a lo largo de su extensa costa.
Brasil es el país más grande de América Latina.
Abarca un área de 8 547 403,5 km2, que corresponde a casi la mitad (47,3%) de América del Sur.
Ocupa el quinto lugar en la clasificación mundial de países por tamaño.
A excepción de unas cuantas islas, Brasil está formado por una única y continua extensión continental.
El ecuador atraviesa la región norte del país, y pasa cerca de Macapá; el trópico de capricornio corta el sur de país y pasa cerca de São Paulo.
El Océano Atlántico baña toda la costa este del país, que tiene una extensión de 7367 km.
La mezcla de razas ha enriquecido la cultura brasileña al mismo tiempo que la hizo única.
La miscegenación comenzó entre los indios, los africanos y los portugueses, pero más tarde llegaron inmigrantes provenientes de todo el mundo: europeos, asiáticos y árabes.
Como resultado, Brasil tiene un pueblo alegre y abierto a lo nuevo, como no hay otro en todo el mundo.
Debido a esa gran diversidad, Brasil es una de las últimas provincias de la Tierra en la que nadie es extranjero, en donde es posible cambiar el destino sin perder la identidad y en la que cada brasileño lleva un poquito del mundo en su sangre.
Quizás ese sea el motivo por el cual los brasileños reciben tan acogedoramente a los que llegan de lejos.
Brasil es exuberante en todos sus aspectos: en la inmensidad de las arenas desérticas de los Lençóis Maranhenses y en los siete mil kilómetros de costa.
En los ríos que son tan anchos que parecen mares.
En la selva amazónica, la más extensa del mundo.
En los 250 000 kilómetros cuadrados del Pantanal Mato-grossense, reserva natural declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
También muestran exuberante belleza los 44 parques nacionales de protección a los ecosistemas. La larga fila de palmeras que bordean la costa de Alagoas.
La Chapada Diamantina, en Bahía, y el Pico de Itatiaia, en Río de Janeiro.
Los sitios arqueológicos del Piauí.
La puesta del sol en Brasilia y en la pampa de Río Grande do Sul.
Las imponentes montañas de Minas Gerais y el extraño y ruidoso encuentro de las aguas en los Estados de Amapá y Pará.
No importa para donde se mire, sobran los motivos para encantarse, emocionarse y, por qué no decirlo, para enamorarse del Brasil.